Leyendo Gálatas y Santiago encontramos el tema de la justificación (declarados justos ante Dios) que es el fundamento de la salvación y de la práctica de la fe.
El evangelio de Cristo es el mensaje que puede salvar. El objetivo no es simplemente que seamos salvos de algo, Dios desea que seamos salvos para algo.
Te has preguntado: ¿qué sentido tiene la vida cristiana? ¿para qué somos salvos? En Cristo la raza humana está destinada a heredar la condición y calidad de vida jamás imaginada por el hombre.
El plan de Dios es hacer que sus hijos sean productivos, creativos, útiles y sumamente felices, dentro de un ambiente de perfección espiritual, salud, paz y amor.
Asegurar tal salvación requiere mucho trabajo. No es una tarea fácil. El evangelio nos muestra el camino (el trabajo necesario que hay que hacer) mediante el cual se puede lograr la salvación.
Hay un camino seguro que lleva a la salvación. Debemos esto muy claro. El camino se encuentra en el evangelio. Los primeros cristianos llamaron al evangelio de Cristo con el simple término “el camino” (Hch 9: 2; 18:26; 19: 9,23; 22: 4; 24: 14,22).
El método que ofrece el evangelio para obtener la salvación se llama: imputación.
En lenguaje sencillo significa atribuir los méritos o deméritos de una persona en la cuenta de otra. Este método se encuentra en toda la Biblia desde el inicio de los sacrificios cuando un cordero inocente moría porque los pecados del oferente le eran imputados.
Ga 2.16: “ningún hombre es justificado por las obras de la ley sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley. Porque por las obras de la ley nadie será justificado.”
Fil 3.8-9: “Considero como pérdida todas las cosas, en comparación con lo incomparable que es conocer a Cristo Jesús mi Señor. Por su causa lo he perdido todo y lo tengo por basura a fin de ganar a Cristo y ser hallado en él; sin pretender una justicia mía, derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo; la justicia que proviene de Dios por la fe.”
Rom 3.21-22: “ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas. Esta es la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues no hay distinción.”
2 Co 5.21: “Al que no conoció pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él.”
La fe y las obras de Jesucristo aseguran nuestra salvación.
Ef 2.8-9: “por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe.”
Las buenas obras que siempre debemos hacer no son una manera de asegurar nuestra salvación. Hacemos buenas obras porque somos salvos, no para ser salvos. Las únicas obras que son esenciales para la redención y la salvación de nuestras almas fueron las realizadas por Cristo Jesús a favor nuestro nombre, ¡no nuestras propias obras.
Rom 11.6: “si es por la gracia no procede de las obras; de otra manera, la gracia ya no sería gracia.”
1 Co 1.30: “Por Dios están ustedes en Cristo Jesús, a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención”.
Al permanencer en Cristo Dios pone a nuestra cuenta (nos ha imputado) una sabiduría perfecta, una justicia perfecta, una santidad perfecta y una redención perfecta. Estas virtudes se transfieren a nuestra cuenta aunque por nosotros mismos, no las merezcamos. Dios quitó todos los pecados de nuestros registros (a través de la muerte de Cristo) y luego imputa la justicia perfecta de Su Hijo a nuestra cuenta. Este es el camino.
¿Le interesa conocer cómo compartir el evangelio? Puede ir a esta página: El evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
¿Qué pasa con el pecado en nuestras vidas que todavía nos atormenta de vez en cuando? Como ahora somos declarados justos (justificados) ante Dios, ¿deberíamos dejar las buenas obras y permitir que el pecado siga libre en nuestras vidas? ¡De ninguna manera! El apóstol Pablo respondió a este asunto con mucha fuerza:
Rom 6.1-2: “¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él?
Rom 6.15-16: “¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! ¿No saben que cuando se ofrecen a alguien para obedecerlo como esclavos son esclavos del que obedecen; ya sea del pecado para muerte o de la obediencia para justicia?”
Aquellos que siguen practicando el pecado deliberadamente sufrirán graves consecuencias en esta vida por apartarse de la manera correcta de vivir. Pablo fue inflexible al condenar a los cristianos que tomaron el asunto de la gracia a la ligera y lo usaron como una excusa para vivir mal.
Ga 6.7-8: “No se engañen; Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará. Porque el que siembra para su carne, de la carne cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.”
Aunque nuestra salvación en Cristo está asegurada porque nos ha sido dada por la gracia de Dios y no por nuestras obras (sean buenas o malas), podemos sufrir mucha tribulación y angustia en esta vida si no vivimos en santidad, cometemos malos actos, y nos deleitamos en actos pecaminosos. El apóstol Pablo describió la condición miserable de un hombre en Corinto que practicaba la inmoralidad (abiertamente) y dio algunas amonestaciones severas a ese hombre:
1 Co 5.5: “entreguen al tal a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor.”
1 Co 3.11-15: “nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Si alguien edifica sobre este fundamento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno u hojarasca, la obra de cada uno será evidente, pues el día la dejará manifiesta. Porque por el fuego será revelada; y a la obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará. Si permanece la obra que alguien ha edificado sobre el fundamento, él recibirá recompensa. Si la obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego.”
1 Co 6.9-11: “¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se engañen: que ni los inmorales sexuales ni los idólatras ni los adúlteros ni los afeminados ni los homosexuales ni los ladrones ni los avaros ni los borrachos ni los calumniadores ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto eran algunos de ustedes, pero ya han sido lavados, pero ya son santificados, pero ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.”
Ef 5.5: “esto lo saben muy bien: que ningún inmoral ni impuro ni avaro, el cual es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.”
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