Cristo el primogénito de la creación

Regreso de Jesucristo

Los himnos, en sentido general, son alabanzas cantadas o canciones. Eran parte del culto en la iglesia primitiva. Pablo se refiere a cantar salmos como una parte del culto de adoración (1 Co 14.26), y en Col 3.16-17 insta a los creyentes a cantar (parece grupalmente) “salmos, himnos y cánticos espirituales” (Ef 5.18-20). Los salmos eran cantos inspirados de los Salmos del Antiguo Testamento y también nuevas canciones de alabanza a Dios y Cristo inspiradas por el Espíritu de Dios.

Pablo cita al menos 3 himnos de la iglesia primitiva en sus cartas.
Filipenses 2:6–11
Colosenses 1:15-20
1 Timoteo 3:16

Trataremos brevemente del himno incluido en Col 1.15-20.
El himno que se encuentra en Col 1.15-20 es parte de una oración que comienza en Col 1.9 y termina en Col 2.9. La iglesia de Colosenses fue amenazada por ideas equivocadas acerca de la persona de Cristo. Para estos Cristo era la más prominente de las emanaciones de Dios, un mediador de menor clase. Por aquellos tiempos se desarrolló una especie de sincretismo entre las ceremonias judías y el misticismo oriental que denigraba la persona de Cristo. Se adoraba a los ángeles como mediadores (Col 2.18) y se incluían prácticas ascéticas y observaban los días festivos (Col 2.16-18). El himno que aparece aquí enfatiza la preeminencia de Cristo. La sección de Col 1.15-19, revela la verdadera identidad del Hijo en relación con: Dios, el universo, el mundo invisible y la iglesia.

El himno describe a Cristo como la imagen (o semejanza) del Dios invisible (Col 1.15; 2 Cor 4.4). El primer hombre también es imagen de Dios (Gn 1.26, 27; 1 Co 11.7). Dado que el hombre tiene un cuerpo humano, Cristo también tiene un cuerpo humano. Al igual que el primer Adán antes de la caída, el segundo Adán (1 Co 15.45), Jesucristo es la imagen precisa, la expresión exacta de Dios sin pecado (Heb 1.3). A diferencia del primer Adán, el segundo Adán no pecó. Además, el segundo Adán no se convirtió en la imagen de Dios en la encarnación, sino que es la imagen de Dios desde antes de la creación (Col 1.17). Jesús es la imagen encarnada de Dios, es tanto la representación como la manifestación de Dios.

El himno declara lo que creía la iglesia primitiva, que Jesucristo es el primogénito (Col 1.15) de la creación, no en el sentido de primero creado ya que la creación fue hecha en él, por medio de él y para él (Col 1.16, 17). El contexto inmediato explica qué significa que Cristo es el primogénito, significa que él tiene el derecho de heredar toda la creación (Col 1.16-18; Heb 1.2; Ap 5.1-7,13). El himno declara lo que creía la iglesia primitiva, que todo lo que el Hijo hizo fue la voluntad de Dios su Padre (Col 1.19; Jn 5.19, 30). La iglesia primitiva se distinguió en su práctica devocional al incluir al Señor resucitado como objeto de reverencia junto al único Dios de Israel.

La creencia errónea de que la materia es mala también amenazaba a esta iglesia. Los herejes razonaban que un Dios bueno no podría haber creado este mundo. El himno declara que Dios creó por mediación del Hijo, quien no es un ser menor porque: en Cristo (Col 1.13, 15), para Él y por Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles. El Hijo existía (Col 1.17; Jn 1.1-2; 1 Jn 1.1) antes de que el universo existiera.

Algunos hoy como ayer ofrecen culto a los ángeles. Este himno enseña que el Hijo es Co-creador de los ángeles y de varios rangos de ángeles, los cuales están bajo su autoridad (Col 1.16). Cristo no es un ángel que sirve a la iglesia (Heb 1.14), sino la cabeza que dirige y sostiene la iglesia (Col 1.18). Según Heb 1.5 Cristo no es un ángel. La iglesia es un cuerpo vivo, dinámico, cuya cabeza es Cristo (Col 1.18). Cristo le da vida, dirección y unidad al cuerpo (1 Co 12.12-20). Él es el creador y sustentador de la iglesia, quien le da diversidad a través de dones y ministerios (1 Cor 12.4-13, 15-27). Como ayer, hoy también: Cristo tiene el rango más alto y la posición principal dentro de la iglesia. El himno enseña a los colosenses que ellos no necesitaban ángeles para ser salvos, tampoco nuestra iglesia hoy, sino solo Cristo, porque estamos completos en Él (Col 2.10). La iglesia primitiva creía que toda la plenitud de Dios está disponible para los creyentes por su unión con Cristo (Ef 3.19). Los primeros seguidores de Jesús estaban convencidos de que Dios les pedía que dieran reverencia a Jesús.


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