“Veo todo lo que pasa con propósito.” ¿Eres de este tipo de personas? Sucede a todos los que buscan el significado de sus vidas.
¿Eres del tipo de persona que encuentra relación a las cosas que le pasan o que ves propósito en todo conectándolo con tu propia vida?
Esto es vida sacramental.
La tradición encarnacional, o vida sacramental se refiere al uso de los ritos, las disciplinas espirituales y a toda la realidad como un símbolo de una realidad invisible, en otras palabras, que ve a Dios en cada momento de la vida.
La tradición sacramental se fundamenta en una vida con Dios que ve cada aspecto de la experiencia humana como un terreno potencialmente sagrado. La realidad material no es lo opuesto a la realidad espiritual, sino que la materialidad es el medio a través del cual esa realidad invisible se hace visible. Encontrarás, en algunas ocasiones que se prepara un culto con bellas decoraciones, con pan y vino real para santa cena, con aroma del incienso encendido, música, etc.
La gran fuerza de la tradición sacramental es que nos despierta a apreciar la santidad de cada momento presente.
Un observación es válida aquí acerca de la vida sacramental. Debemos tener cuidado al enfocarnos en los medios visibles de la gracia, porque podemos distanciarnos de lo invisible al olvidar que lo material es solo un portal, no el destino. Corremos el riesgo de enamorarnos tanto de los símbolos, las disciplinas espirituales y los rituales que los convertimos en ídolos. Podemos volvernos exactos en nuestras formas de adoración, insistiendo que otros estén de acuerdo con nosotros en cuanto a su forma y significado. Podemos volvernos adictos a cierto tipo de experiencia como si fuera la única forma en que podemos sentir la presencia de Dios o preocuparnos tanto por “hacer” que olvidamos para qué lo estamos “haciendo”.
En la búsqueda de significado en nuestras propias vidas el comienzo siempre es el de la vida sacramental.
¿Para qué me pasa esto? ¿Por qué me pasó aquello? ¿Qué sentido tiene todo esto y cómo se relaciona con Dios?
Toda la vida tiene lecciones de las cuales uno aprende.
El amor es la lección más difícil de todas, quizás porque es la única lección verdadera que tenemos que aprender.
¿Cómo puede uno saber el propósito de su vida? ¿Cómo saber para qué nació?
Puedo ayudarte a encontrarlo si estás dispuesto a amar. Esta intención mantenida de por vida nos revela la conexión entre los puntos y cabos que parecen sueltos y sin sentido.
Resulta que todas nuestras decisiones pueden o no estar basadas en amor. Resulta que o usamos el amor en nuestras elecciones, o no. O pensamos con amor o no. O hablamos con amor o no. Todo lo demás es consecuencia de esta elección primaria: el actuar en amor. Incluso en medio de ver horrores como la cruz, la pérdida de un ser querido, y los sufrimientos de la vida, es importante orar para tener el valor de responder con amor de alguna manera. Esperar que nuestra vida, o la los demás, sea perfecta antes de abrir el corazón no es el camino del amor. Simplemente no lo es y además nos aleja de poder ver el propósito por el cual nacimos y por el cual Dios nos mantiene con vida.
¿Quieres ver cómo nos perdemos en la superficialidad?
Imagínate que alguien más decide no tratarte bien debido a tu ropa, tu apariencia o tu estilo de vida. ¿Cómo actuarías? Generalmente, reaccionamos emitiendo juicios.
Entonces al mirar a los demás no podremos hacerlo con un corazón abierto porque ya hemos dañado nuestro interior al permitir que la amargura de afuera nos envenene adentro.
Actuar con amor requiere mucho valor, un tipo de valor que nubla a veces nuestra razón y nos impulsa a actuar de maneras que nuestra mente nunca imaginaría. Pero esa es la naturaleza del amor y la fuerza de la gracia. La gracia es un poder inimaginable que nos mueve a actuar de una manera muy grande a favor de otros, más que lo que haríamos por nuestra propia vida.
Para encontrar significado al por qué y para qué de la vida, es necesario amar siempre, o al menos mantener la intención de amar en todos los momentos de la vida.
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