Eslabones y no perlas.
Nos hemos enamorado de la costumbre de abrir la Biblia y sacar pérlas o buscarlas entre sus riquezas. Nos hemos convertido en detéctives o buscadores de tesoros de la Biblia.
Sin embargo la Biblia no es una cadena de perlas sino una cadena de eslabones y cada eslabón nos lleva al otro.
El Señor dijo por el profeta Isaías: “Ven, razonemos juntos, dice el Señor” (Is 1.18). En cada párrafo de la Escritura, uno debería preguntarse cómo cada parte se relaciona con las otras partes en un cuerpo coherente. Los párrafos están relacionados entre sí, luego los capítulos, luego los libros, y así sucesivamente hasta que entienda la unidad de la Biblia en sus propios términos.
¿Cuál es el propósito de esta hermosa visión de las Escrituras?
Conocer al ser Creador que nos da la vida para aprender a disfrutarla. Entre las historias bíblicas se deja ver claramente que Dios quiere que le glorifiquemos, quiero decir, que lo manifestemos porque es la mayor manera de disfrutar la vida. Cada vez que alguien glorifica a Dios su felicidad aumenta. La cruz está vacía y la tumba también: vale la pena dar todo por Dios.
La Biblia no es una cadena de perlas sino una cadena de eslabones y cada eslabón nos lleva al otro.
Por favor, lea la Biblia con intención, capítulo tras capítulo y no abra cualquier página para sacar el versículo del día. Cuando hacemos esto damos la interpretación que mejor nos convenga según nos sintamos ese momento. No insultemos a nuestra propia inteligencia, hagamos mejor: iniciemos un hábito de lectura de la Biblia. Comience por Lucas, por ejemplo, hasta el final del Nuevo Testamento y siga por Génesis.
Jesús enseñó que la gran perla es el Reino de Dios y quien la encuentra da todo por ella.
“También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, 46 y al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.” Mt 13.45-46.
La Biblia no es una cadena de perlas sino de eslabones, uno conecta con otro.
La gran perla y el gran tesoro que hay que buscar hasta encontrar es: el Reino de Dios.
Diré al norte: “Devuélvelos”,
y al sur: “No te quedes con ellos.
Trae a mis hijos e hijas
desde lejos, desde los confines del mundo,
a todos los que llevan mi nombre,
a los que yo creé y formé,
a los que hice para mi gloria.
Is 43.6-8
La vida se desperdicia cuando no vivimos para la gloria de Dios.
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