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Para ser verdaderamente un hombre o una mujer de fe, debemos entender que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios (Gn 1.26). Sin importar si lo merecemos o no, el ser humano tienen autoridad aquí en el planeta Tierra simplemente porque somos seres humanos. Así lo estableció Dios.
Quienes están en Cristo, tienen autoridad en el cielo porque están en Cristo y Él tiene toda autoridad en el cielo y la tierra (Mt 28.28). Para ejercer dicha autoridad es necesario vivir en armonía con Dios, así podremos conocer lo que ha sido creado en el cielo y establecerlo aquí en la tierra.
A menudo operamos en nuestros propios conceptos de fe en lugar de operar en la fe del Señor, la fe a la manera que Jesús nos enseñó. Al andar con Dios la fe se vuelve sólida, percibimos el fin desde el principio y aprendemos a aferrarnos a Sus promesas, aplicándolas, y practicándolas sobre nosotros mismos.
Las parábolas de Jesús tienen el tema constante de la responsabilidad personal, también conocido como mayordomía. Jesús estaba enseñando cómo vivir y funcionar en el reino de Dios o reino de los cielos, nos enseñaba a cómo tener el cielo aquí en la tierra. No podemos tener el cielo en la tierra si no aceptamos y caminamos con responsabilidad personal aquí en la tierra.
Mira la Parábola del Sembrador: la semilla no crece porque alguien tiene una unción especial y nos impone las manos, ni porque Dios toma la decisión de que crezca. La semilla crece porque la nutrimos en nuestros corazones al reflexionar, considerar, pensar, meditar y reflexionar sobre ella tanto que la ponemos en práctica. La siembra y cosecha es la ley más elemental del universo creado, sustenta todo lo que sucede espiritual, física y emocionalmente en este mundo en el que vivimos.
Dios nos ha dado gratuitamente todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad (2 Pe 1.3-4). Dios ya hizo su parte a través de Cristo Jesús. Ahora tenemos que decidir, aceptar, convencernos de la verdad y luego el hablar será tan natural como las uvas brotan de la vid. Una vez que se establece en nuestros corazones la verdad y experimentamos el amor de Dios de manera plena entonces experimentamos vivencialmente la justicia de Dios que nos hace capaces de alinear nuestra vida con los propósitos de Dios. Somos como notas musicales que deben armonizar para producir una melodía agradable, simétrica, aritmética.
En ese estado podemos recibir el mensaje de Dios, podemos escucharle con claridad que nos muestra cómo caminar y experimentar el cielo en la tierra. Todo esto sucede al tomar decisiones que muestran nuestra confianza en la vida, enseñanzas y obra de Cristo Jesús. Cuando las prioridades están claras, las decisiones se hacen fáciles.
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