Juan 7:39 “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”
Si el Espíritu Santo no había venido según Jn 7.39, ¿qué Espíritu había antes de Pentecostés?
Tenemos preguntas como estas y la respuesta es que Jesús se refería al cumplimiento de la promesa del Padre (Hch 1.4; Ga 3.14). La promesa del Padre es el Espíritu Santo.
Hechos 1:4 “Estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.”
Gálatas 3:14 “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”
Uno de mis viejos conceptos equivocados era que el Espíritu Santo no había venido antes de Jesús enviarlo en Hch 2, que solo había venido sobre y no adentro de los creyentes del Antiguo Testamento. Estaba equivocado. El Espíritu sí había venido sobre y dentro de los creyentes desde siempre, antes y después, AT y NT.
El Espíritu según Jesús en Jn 14:17, ya hacía morada o vivían en los discípulos y además estará en ellos. Jesús reconoce una operación interior, pero afirma que hay más por venir. Jesús estaba hablando del cumplimiento de la promesa de Joel: un aumento de la manifestación del Espíritu de Dios en Su pueblo.
Realmente el Espíritu Santo estuvo en muchas personas antes de los sucesos de Pentecostés. En el Antiguo Testamento el Espíritu llenaba a ciertas personas, lo mismo ocurre hoy, ¿o acaso hoy están todos llenos del Espíritu Santo? No. Por ejemplo, la Biblia dice que José es una persona “en quien está el Espíritu de Dios” (Gn 41:38). El Señor se refiere a Josué como “un hombre en quien está Su Espíritu” (Núm 27:18). Dios dijo con respecto a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá: “lo he llenado del Espíritu de Dios” (Ex 35:31); Josué fue lleno del Espíritu, Dt 34:9 y Miqueas fue lleno del Espíritu, Miq 3:8; etc.
Además, así como el Espíritu “reposó” o “vino sobre” personas en el Antiguo Testamento (por ejemplo, Núm. 11: 25-26; Jue. 3:10), lo mismo se dice de los creyentes en el Nuevo Testamento en 1 Pedro 4:14 donde hay una afirmación de que “el Espíritu glorioso de Dios reposa sobre” nosotros cuando nos insultan por honrar el nombre de Cristo. De manera similar, Hch 8:16 se refiere a que el Espíritu vino “sobre” los creyentes y en Jn 1:32-33 descendió sobre Jesús.
Queda claro que se usan palabras diferentes para describir la interacción entre el Espíritu y el ser humano. Tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo Testamento el Espíritu podía estar en, con o sobre una persona.
El Espíritu se puede recibir por la fe al creer el Evangelio (Ga 3.2). Gálatas 3:2 “Solo esto quiero saber de ustedes: ¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley o por haber oído con fe?” El creer es una decisión interior, el recibir el Espíritu es una manifestación exterior tan impactante que Pablo les hace recordar ese momento glorioso. Tanto la transformación interior como en la exterior es una obra del Espíritu Santo. Pablo no estaba tratando de convencerlos de una doctrina sino de recordarles una experiencia. La promesa de Dios es Su Espíritu. Gálatas 3:14 “para que la bendición de Abraham llegara por Cristo Jesús a los gentiles, a fin de que recibamos la promesa del Espíritu por medio de la fe.”
Como resultado de recibir el Espíritu, Dios vive en los creyentes de una manera nueva (1 Jn 4:13). Además, “puesto que el Espíritu de Dios habita en los creyentes (Rom 8:9), y “vive dentro de” ellos (2 Tim 1:14), el cuerpo de un creyente es un “templo del Espíritu Santo” (1 Co 6:19).
El Espíritu de Dios habita en toda la creación. Esto incluye a todo tipo de persona sean incrédula o creyente porque no hay lugar donde el Espíritu de Dios no esté. Se puede decir que en la conversión, la persona responde a Dios y entra en una relación que antes no existía. La experiencia de ser llenos o investidos de poder de Dios debe continuar en la vida del creyente porque la exhortación es la de ser llenos contínuamente del Espíritu Santo (Ef 5.18). O sea, posterior a la conversión se espera que un creyente sea lleno múltiples veces del Espíritu Santo.
Aprendamos de Jesús nuestro modelo. Jesús fue concebido por el Espíritu Santo (Mt 1:18,20; Lc 1:35). El Espíritu descendió sobre Jesús en su bautismo (Mt 3:16; Mr 1:10; Lc 3:22; Jn 1:32). Jesús fue ungido por el Espíritu (Lc 4:18; Hch 10:38) y luego de ser ungido por Dios comenzó el ministerio “en el poder del Espíritu” (Lc 4:14). Como resultado de la presencia del Espíritu de Dios dentro de él, Jesús se refirió a su cuerpo como “el templo” que podía ser destruido pero sería levantado (Jn 2:19).
Experiencias del Espíritu posteriores ocurren en la vida de Jesús con la resurrección pues por el Espíritu Dios resucita de entre los muertos (Rom 1:4,8:11; 1 Tim 3:16; 1 Pe 3:18).
Después de la resurrección, la Biblia afirma que Jesús también “recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo” (Hch 2:33). Pedro dice que eso le ocurrió antes del derramamiento del Espíritu en sus discípulos el día de Pentecostés.
Como vemos hay diversos grados de manifestación del Espíritu de Dios a través de su pueblo. El Espíritu puede llenar un vaso donde ya el Espíritu mismo está presente. Esta manifestación externa es llamada llenura y la primera vez es llamada bautismo. El Espíritu está presente en toda la creación, pero su manifestación más intensa ocurre en los redimidos.
¡Sed llenos del Espíritu Santo!
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