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No es Dios (como yo quisiera pensar), es mi lengua, según el apóstol Santiago: Stg 3.1-12
Tal como un barco se conduce por su timón, nosotros conducimos nuestra vida por nuestra conversación: las palabras que salen de nuestra boca.
Quien quiera cambiar el rumbo de su vida, sus relaciones, sus amistades, trabajo, tendrá que comenzar controlando su lengua.
¿Cuántos males nos hubiéramos ahorrado si no hubiéramos abierto la boca?
No llore sobre leche derramada, asegúrese de no derramarla otra vez cambiando el curso de su vida al cambiar sus palabras y su conversación.
Yo me he hago muchas preguntas: ¿por qué unos siente necesidad de hablar sin parar y otros de estarse callados?
Quien habla sin parar, obviamente, tiene una gran necesidad de ser escuchado. Aunque en su discurso no esté diciendo nada, al hablar con otros se distrae del diálogo interior que cada uno de nosotros tiene consigo mismo. Esta persona no quiere escucharse o no le gusta lo que escucha dentro de sí, mas bien quiere que lo escuchen. Se mira a sí mismo a través de los demás.
Otros hablar sin parar de las cosas que han pasado en su vida esperando siempre algún aplauso o provocar lástima de tu parte.
Otros hablan para pedirte orientación pero jamás te preguntan cómo estás o si tus hijos han comido. Dan por sentado que sus problemas son más graves que los tuyos y tienes que escucharlos y aconsejarlos.
Si estuvo hoy en el culto quizá haya comprendido cómo dirigir su vida a través de su conversación.
En Mt 15.1-14, Jesús enseña de la pureza interior.
La única manera de contaminar el alma/espíritu es a través de las propias palabras que uno habla.
Una verdad desapercibida es el hecho de que somos más el producto de nuestra conversación interior que de lo que dicen los demás. A usted le afecta más lo que usted se dice interiormente de sí mismo y de los demás que lo que otros dicen o hablan de usted.
Quizá una persona sienta que la gente le rechaza, se apartan de ella como si fuera la peste o simplemente no se sienten cómodas a su lado.
Ya usted sabe cómo aconsejarle, le diríamos: conviértase en la persona que quiere que sean para usted.
Cristo nos dice así: “Traten a los demás como les gustaría que los trataran a ustedes. Ese es el verdadero significado de la ley y de la enseñanza de los profetas.” Mt 7.12
Si aplicamos sus enseñanzas terminaremos viviendo el Reino de Dios en la tierra ¿Acaso no es esto lo que Jesús vivía?
Ese puede ser un buen momento para que se siente con la persona que ama y le pregunte, “¿Cómo te hago sentir yo? ¿Qué podría hacer para que te sientas amada y apreciada?
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