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La pregunta es más académica que vivencial, nadie abandona lo que le hace bien ni descuida lo que ama.
“ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Fil 2.12
La seguridad del creyente está en Jesús, pero sabemos que tenemos libertad y con ella responsabilidad personal. La salvación está fundamentada exclusivamente en la obra completa de Cristo Jesús, los creyentes creen y aceptan esta verdad.
Mi pregunta para las personas que quieren discutir cualquier doctrina es esta: ¿A dónde quieres llegar con la discusión?
Las personas dogmáticas en cualquier posición doctrinal pocas veces usan su argumento para experimentar a Dios y vivir con gozo. Generalmente la posición doctrinal el dogmático la usa para discutir a fin de sentir un falso sentido de seguridad en querer tener la razón.
Al otro extremo de “salvo siempre salvo” está “salvo perdido salvo perdido”. En este último caso la pregunta es ¿cuándo sabré si estoy perdido para volver a ser salvo y cuántas veces me puedo perder hasta realmente salvarme?
Creo que la seguridad proviene de mantener una relación significativa, continua y viva con Dios.
Si una estrecha relación con el Creador no satisface la necesidad nada lo hará.
La pregunta “¿puedo perder la salvación?” es una de las más debatidas durante siglos. En cuestiones doctrinales las personas tienden a buscar los extremos. A veces para comprender una verdad debemos ser capaces de aceptar realidades aparentemente opuestas que nos lleven a hacer un análisis crítico que tenga como resultado el mejoramiento de nuestra propia vida y la de los demás.
Cualquiera de las dos posiciones acerca del tema soteriológico puede ser argumentada razonablemente a partir de las Escrituras.
Tiendo a pensar que en vez de preguntarse “¿puedo perder mi salvación?” debemos preguntarnos: ¿qué estoy haciendo para mantener mi relación con Dios viva y plena?
La “seguridad eterna del creyente” y la doctrina de “salvo siempre salvo” no son lo mismo. Creo en la seguridad eterna del creyente lograda por el sacrificio de Cristo.
Es esencial que tengamos paz y seguridad completa en nuestra salvación para poder pasar a otros asuntos como el de servir, crecer, etc. La persona que está insegura de su salvación se ocupará de resolver estos conflictos básicos toda su vida y nunca avanzará en asuntos tan importantes como el servicio al prójimo y las buenas obras los cuales traen vida a quien las practica, a las personas a su alrededor y a la sociedad en general. Al final, al practicarlas la persona está cumpliendo los mandamientos de vida (Ex 20) y santificando el nombre del Señor.
Por una parte, entre aquellos que no aceptan la seguridad del creyente, encontramos los que tienden a tratar de probar su salvación con sus obras, para ellos la fe sola no es suficiente.
Por la otra, entre aquellos que están en los extremos de la seguridad del creyente encontramos que no ven la necesidad de dar fruto ni en su carácter ni en sus vidas. Ambos están equivocados. Son extremos.
Un extremo tiende a vivir con miedo, el otro tiende a la apatía. Ninguno de los dos grupos manifiesta tener el fruto de la sana doctrina que es el amor nacido de corazón puro, fe no fingida y conciencia limpia (1 Tim 1.5)
Sana doctrina significa doctrina saludable.
No le hallo mucho valor práctico a ninguna de las dos posturas extremas.
Todo lo que Dios hace en nosotros es una obra de gracia. O sea, somos nosotros los que confiamos en Él y permitimos que su poder produzca el fruto.
En Ga 5:4, Pablo dice “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.” En el original griego no hay artículo definido delante de la palabra gracia. No dice que has caído de “la” gracia de Dios sino que has caído “de gracia”, del ambiente donde la gracia reina. Luego describe ese reino como el lugar donde Cristo puede operar en sus vidas.
Cuando una persona intenta vivir por sus propias fuerzas se gana su justicia cumpliendo reglas. Estas personas han abandonado el ambiente donde pueden experimentar la gracia, o sea, el poder transformador de Dios. Esto no quiere decir que perdieron la experiencia del nuevo nacimiento.
A los que Pablo escribió en la carta a los Gálatas no los llamó a ser salvos nuevamente sino a arrepentirse y volver a abrazar la verdad que aceptaron al principio.
Uno permanece en gracia cuando uno continúa confiando de que a través de Cristo Jesús es justo (justificado) y confía que Dios va a manifestar esa justicia en uno y a través de uno. Aquí es donde las personas comienza a caminar con Dios, donde se sienten seguras y estables.
Pero algunos, en algún lugar de su andar, a veces tienden a entrar en el reino de las obras al medirse a partir de su propia justicia y sus obras. Entonces pierden la victoria que tuvieron al inicio de su salvación cuando creyeron.
Pablo dijo que desechan (neutralizan) la gracia de Dios. Ga 2:21 “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.”
(La palabra desechar en su original significa neutralizar o anular). Pablo intentó devolverles la confianza que tenían al principio cuando creyeron. Creer era su parte, el darles poder era la parte que le tocaba a Dios.
Las personas que creen que pueden perder su salvación buscan la salvación cada vez que sienten que la han perdido, así están perdiéndose y salvándose, perdiéndose y salvándose. Las personas que creen en la seguridad eterna a causa del sacrificio de Cristo buscan el arrepentimiento cuando sienten perdidos.
Ambos extremos deberían persuadir sus corazones con justicia de la fe y la nueva identidad en Cristo. A medida que sus corazones crean la verdad, tendrán el poder de vivir dicha verdad.
Encuentro que ninguno de los dos extremos acepta de verdad de que la justicia es un don, un regalo de Dios, entregado con el objetivo de darles poder para vivir a medida que caminan con Dios.
Los grupos en posiciones extremas buscan justificarse por sus obras. Es por eso que dichas posiciones doctrinales no pueden darle poder al creyente.
Amados, esto es una relación. Ser salvo no es meramente un boleto para ir al cielo al morir. Ser salvo es la oportunidad de experimentar el amor, la aceptación y la vida abundante desde ahora hasta la eternidad.
Y al igual que cualquier otra relación, requiere tiempo, atención y desarrollo.
En ausencia de una relación profunda y personal con Dios, tendemos a buscar nuestra seguridad a partir de nuestra doctrina, o sea, desarrollamos nuestro sentido de seguridad a partir de “estar en lo correcto”.
Cuando nuestra doctrina es cuestionada o desafiada, amenaza nuestro más profundo sentido de seguridad y nos hace contra atacar, ponernos a la defensiva.
Estar seguros en nuestra relación con Dios no es diferente de estar seguros en la relación con nuestro cónyuge. Tener una licencia de matrimonio no es lo que hace seguro su matrimonio; tener una relación amorosa y de confianza es que asegura su matrimonio.
Tal vez aquellos que sienten la necesidad de discutir sobre su posición doctrinal lo hacen porque no están experimentando a Dios diariamente. No vemos a Jesús buscando a los fariseos para discutir con ellos cuestiones doctrinales, más bien vemos a los fariseos buscando a Jesús para esto y a Jesús dando respuestas. Cuando el discípulo está listo, el maestro aparece.
Independientemente de cual sea tu posición doctrinal, si estás experimentando la vida de Cristo te vas a sentir seguro y protegido.
“ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Fil 2.12
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