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Cuando ayune, no lo haga para forzar a que Dios haga algo. El ayuno no mueve a Dios sino a nosotros. Dios nos ha dado ya en Cristo todas Sus promesas (2 Corintios 1:20). Dios nos hizo aptos, estamos calificados (Colosenses 1: 12-14) Para algunos “ayunar” no es más que una huelga de hambre para obligar a Dios a actuar. Esa mentalidad es pura obra muerta de la cual es necesario arrepentirse (Hebreos 6.1).
El ayuno no cambia a Dios. El ayuno nos cambia a nosotros. Cuando ayunamos el cuerpo físico empieza a abandonar o alterar muchas de sus funciones normales. Después de tres días de ayuno total, el hambre disminuye y se empieza a sentir una debilidad general.
El ayuno total es recomendable cuando usted no tiene que hacer trabajos físicos. Es un tiempo para retirarse y buscar de Dios. Seguir trabajando podría causarle daños físicos, disminuir su rendimiento laboral y al final se frustraría la intención de buscar de Dios con todo su corazón.
Si usted está en un ayuno con agua debe beber mucha agua fresca. El cuerpo va a desintoxicarse de muchas toxinas que son muy perjudiciales a los riñones y otros órganos.
Además del ayuno con agua solamente, puede hacerse también ayuno con jugo solamente.
A medida que el cuerpo comienza a “cambiar” sus funciones, nuestro ser se recoge más y nuestro enfoque se vuelve hacia el interior. Resulta mucho más fácil oír y comprender la dirección del Espíritu Santo. No es que nuestro ayuno hace que Dios hable sino que estamos más enfocados interiormente y podemos escuchar su voz.
El hambre es el deseo físico más fuerte que una persona tiene. Es en esta negación voluntaria del alimento que podemos llegar a nuevos niveles de experiencia con el poder de Dios. Cuando siente el hambre, si usted ora y trata con el hambre en su corazón; va a experimentar la gracia de Dios. Al experimentar el ser libre del hambre se da cuenta de que puede ser libre en cualquier área de su vida donde esté siendo tentado. El ayuno y la oración nos permiten darnos cuenta de la suficiencia del poder de Dios para vencer cualquier cosa en nuestra vida.
La mayoría de las Escrituras acerca del ayuno hacen alguna referencia al alma. El ayuno humilla el alma. Usted va a cambiar internamente si practica el ayuno y la oración.
Cuando sienta hambre prueba leer y meditar en la Palabra de Dios, no sólo de pan vive el hombre (Mt 4.4), probará la verdad de este dicho, experimentará cómo su cuerpo es fortalecido.
Cada persona debe consultar a su médico antes de comenzar un ayuno. Lo más importante es recordar de qué se trata. Se trata de apartar un tiempo especial para el Señor.
Cuando planifique ayunar prepárese con antelación reduciendo la cafeína, el azúcar, la harina blanca y fruta durante una o dos semanas. Luego elimine el consumo de carne durante aproximadamente una semana. Beba mucha agua.
Tenga un lugar a donde vaya a estar solo para ayunar y orar. Es importante que el lugar sea cómodo, tranquilo y tenga todo lo que necesita a mano. Lleve música de adoración y alabanza.
El primer día es el más duro, es posible le dé mucho sueño, en tal caso, duerma. Camine y respire aire fresco todos los días. Es importante mantenerse caliente; el cuerpo puede fácilmente resfriarse durante el ayuno. Evite, tanto como sea posible, todo estrés emocional y los problemas del mundo exterior. Establezca una fecha cuando va a terminar su ayuno. Si lo hace, no se va a sentir condenado a pensar que abandonó el ayuno demasiado pronto. Es mejor extender la fecha de finalizarlo que terminarlo y sentir que fue muy corto o rápido. Si se siente demasiado débil, no dude en detenerlo e iniciarlo de nuevo en otra ocasión. Quizá su cuerpo no está preparado para un ayuno prolongado. ¡No sea idealista! Hay personas que para evitar daño tóxico hacen un enema todos los días durante el ayuno para mantener los intestinos y el colon limpios.
Terminar el ayuno correctamente es tan importante como iniciarlo. Al regresar a su alimentación cotidiana comience siempre con sopas y alimentos ligeros. Va a notar después de un ayuno prolongado que su sabor cambia. Va a notar que la comida chatarra ya no tiene buen sabor. Sin embargo, sus viejos hábitos alimenticios van a tratar de llevarlo otra vez a su dieta antigua. Así que si desea abandonar algún mal hábito alimenticio, este es un buen momento para hacerlo.
Es cierto que ni Jesús y ni los profetas del Antiguo Testamento hacían todas estas cosas pero tengamos en cuenta que los alimentos que consumían no estaban llenos de metales pesados, contaminantes y toxinas como los de hoy día. O sea, no era tan difícil físicamente para ellos como para nosotros.
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