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En Mateo capítulo 4, Jesús venció la primera batalla importante hacia Su destino. Igual que nosotros, tuvo que resolver el problema de la identidad antes de poder continuar y cumplir con el propósito de su vida.
El destino se descubre como cortina después que cada ser humano establece su identidad.
La identidad personal es la batalla inicial que define nuestro destino, el rumbo que vamos a tomar en la vida.
Todos nuestros actos y decisiones manifiestan quiénes creemos ser en el interior. Límpiese el vaso primero por dentro y luego por fuera también será limpio (Mt 23.26).
El resultado de esta batalla por la identidad puede llevarnos a un ciclo destructivo o al camino de la fe y la realización.
Poseer sentido de identidad es el fundamento sobre el que se levantan todos nuestros sueños.
Al principio Adán no dejó que el mundo dictara su sentido de identidad. Él sabía quién él era en relación con Dios. Adán no tenía otro sentido de identidad que el que había recibido de Dios: gloria y honra (Salmos 8).
Es la sensación de carencias y el miedo lo que impulsa al ser humano a controlar y manipular a otros. El poder se convierte en un sustituto desmoralizador de la autoridad y el liderazgo. Cuando Adán pecó, el temor reemplazó al amor y la incredulidad reemplazó a la fe. El amor y la fe eran las virtudes dominantes y emociones más fuertes que gobernaban al ser humano (analice la vida de Jesús).
¿Cómo sería la vida donde el amor y la fe dominan la totalidad del ser humano?
Hoy todavía el ser humano tiene sentido de destino y busca el propósito de su vida. Hoy todavía anhela ser quien Dios dijo que era. Anhela vivir de la manera en que fue creado para vivir. Pero como buscó ese destino impulsado por algo opuesto a cada atributo inculcado por Dios, ahora el miedo y la carencia deciden sus actos y sufre una crisis de identidad regia al punto de creer que el guionista de su vida se droga… No se da cuenta que escribe su propia vida con sus pensamientos, sus relaciones y sus actos.
La mayor crisis que veo en la sociedad actual es la crisis por la identidad.
Invertir tiempo, recursos y esfuerzos en aprender cómo forjar la identidad vale la pena.
Padres, abracemos y besemos a nuestros hijos.
Hijos, expresemos nuestro a amor a los padres.
Cultivemos la amistad y conservemos los amigos.
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