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Todo dolor del pasado ha creado en su mente una versión de la realidad que usted ha aceptado como verdad. Su cerebro se ha programado para reaccionar de ciertas maneras a las amenazas que percibe hoy de acuerdo a cómo interpretó las amenazas pasadas. El cerebro insiste en que lo que usted vivió fue la realidad no percibiendo lo que realmente ha sucedido. La realidad no es su experiencia, su experiencia es cómo usted responde a la realidad. Este apego a su propia experiencia percibida como verdad provoca reacciones que son una fuente continua de conflicto y auto-sabotaje, y limitan su oportunidad de tener experiencias nuevas, recibir bendiciones, conocer nuevas personas, o vivir en paz.
Veamos ejemplos bíblicos (cada cual descubrirá los de su propia vida):
1. “Y Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1.49). Natanael casi rechaza a su propio Mesías a causa de su idea preconcebida, sea por experiencias pasadas propias o ajenas. Estuvo a punto de autosabotear su propia búsqueda espiritual.
2. “¿No es éste el carpintero, el hijo de María, y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban.” (Mt 13.55). Los pobladores no podían creer que aquel que una vez era un niño que jugaba en las calles de Nazaret fuera el profeta esperado. La experiencia pasada nubló su vista presente: su capacidad de reconocer a Cristo. Es posible que Dios traiga antes sus mismos ojos la persona o la respuesta que usted ha esperado pero por causa de sus experiencias anteriores no la aprecie y la deje pasar.
La familiaridad es el asesino de la santidad.
3. Quizá el epítome de la contradicción de rechazar aquello que uno busca lo hallemos en Pedro. “Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.” (Hch 10.13,14). Aquí tenemos al siervo Pedro negándose a obedecer a su Señor Dios de manera directa e inescrupulosa. Sus experiencias pasadas hicieron sentir a Pedro que tenía todas las razones del mundo para negarse a obedecer incluso a Dios. No todos tienen oidos para oir. Como le pasó a Pedro, podemos tener oidos adaptados o acondicionados para oir nuestras propias respuestas resultado de experiencias pasadas.
Cuando reaccionamos de manera áspera e ilógica contra aquellos que nos aman, los forzamos a pagar deudas de un experiencia pasada ajena, los obligamos a pagar un plato que no rompieron, a resolver un problema que no crearon. A veces el dolor de hacerlos pagar nuestra deuda más la que ellos mismos ya tienen, se convierte en una carga insoportable y terminan por apartarse de nuestras vidas. Luego nos preguntamos el por qué reaccionamos destruyendo la relación o nuestra propia felicidad en la vida.
Quítele a un suceso del pasado el único poder que tiene sobre usted: su atención. “Porque la mente puesta en (las cosas de) la carne es muerte, pero el la mente puesta en (las cosas de) el Espíritu es vida y paz.” (Rom 8.6).
Nada de lo que sucede fuera de usted tiene el poder de hacerle daño hasta que usted lo juzgue. Sólo cuando juzga algo es que tiene poder sobre su vida. (Mt 7.1,2; Lc 6.38,39).
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