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La Escritura es clara cuando habla de la responsabilidad de los padres hacia sus hijos.
El primer nacimiento de la historia humana se registra en Génesis 4:1. Adán “tuvo relaciones con su esposa Eva, y ella concibió y dio a luz a Caín, y ella dijo: He tenido un hijo varón con la ayuda del Señor”.
Notemos que fue con la ayuda del Señor que nació este niño. Cuando Eva dio a luz a Set, ella dijo: “Dios me ha dado otra descendencia” (v.25). Eva vio a sus hijos como regalos de Dios.
Cuando el Señor bendijo a Lea con hijos porque Jacob no la amaba, ella reconoció que esto era una bendición de Dios.
Ella dijo hablando de Rubén: “El Señor ha visto mi aflicción” (Génesis 29:32), y de Simeón, ella dijo “Porque el Señor escuchó que no soy amada, me ha dado también este hijo” (v.33). Dios le dio a sus hijos para que pudiera disfrutar del amor porque no tenía ninguna atención de su marido.
Proverbios 23:24 dice: “El padre de los justos se regocija mucho, y el que engendra un hijo sabio se alegrará en él”.
¿Por qué a pesar del diseño de Dios de que los niños traigan alegría, felicidad y satisfacción a sus padres, a menudo se convierten en una carga?
Los matrimonios y las familias que debieran sobresalir con más alegría y satisfacción se caracterizan con frecuencia por tener conflictos, amenazas y desilusiones. Los hogares tienden a ser zonas de guerra en vez de lugares de refugio.
En Efesios 6:4 antes de hablar dé nuestras responsabilidades como padres, el apóstol Pablo les da a los hijos algunas instrucciones: “Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. Honren a su padre y a su madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que les vaya bien y vivan larga vida.”(vv. 1-3).
Dios llama a todos los hijos a ser obedientes y respetuosos. La obediencia es la acción, el respeto es la actitud. Pero ninguno de los dos nace de forma natural al niño.
La Comisión de Delitos de Minnesota, EU, reconoció esto en el informe del gobernador en 1926: “Todo bebé comienza su vida como un pequeño salvaje. Es completamente egoísta y egocéntrico. Quiere lo que quiere y cuando lo quiere: sea el tetero, la atención de su madre, los juguetes de su compañero, el reloj ajeno, o lo que sea. Si se lo negamos, se enfurece y reacciona con una rabia y agresividad que sería un puro asesino de no ser pequeño e indefenso. El niño no tiene moral, conocimiento, ni habilidades desarrolladas. Esto significa que todos los niños, no solo algunos niños sino todos los niños, nacen delincuentes. Si se les permite continuar en su egocéntrico estado de la infancia, van a dar rienda suelta a sus acciones impulsivas para satisfacer cada deseo, así cada niño crecería en potencia como un criminal, ladrón, asesino y violador”.
Los niños se desarrollan en cuatro áreas generales: mentalmente (Lucas 2:52 Jesús creció en sabiduría), físicamente, en el favor de Dios o espiritualmente y en el favor de la gente o socialmente.
Cuando los niños vienen al mundo, no están desarrollados. Son moldeables y se les debe enseñar a obedecer simplemente porque es correcto hacerlo. Dios hizo una promesa de larga vida a los hijos obedientes que tuvieran la actitud correcta hacia sus padres, o sea, respeto, un espíritu obediente.
Pero antes de que sus hijos le honren y obedezcan, usted debe enseñarlos.
Todo comienza enseñándoles que amen al Señor sobre todas las cosas.
Es responsabilidad de nosotros, padres, enseñarles a rendir sus vidas a Dios. Si no enseña a sus hijos a respetarle y obedecerle, no obedecerán las autoridades civiles ni mucho menos la autoridad divina.
El libro de Proverbios es una excelente guía para la crianza de los hijos. “Hijo mío, no deseches la disciplina del Señor ni aborrezcas su reprensión, porque a quien el Señor ama, disciplina como el padre corrige al hijo a quien quiere” (Pr 3:11-12).
Los padres que verdaderamente aman a sus hijos los disciplinan. “Una vara es para la espalda del que no tiene entendimiento” (Pr 10:13). No es que el niño no tenga la información correcta, sino que se niega a hacerlo simplemente porque no quiere obedecer.
La vara suave pero firmemente en la espalda corta de raíz el espíritu rebelde de los niños. A la larga, hará que usted y su hijo sean mucho más felices. Nunca los golpee con ira, espere a que usted esté calmado y entonces podrá disciplinarlo. El objetivo es corregir no abusar ni descargar su enojo, de hacerlo con ira pecaría contra Dios por abusar de un niño.
Proverbios 19:18 da esta advertencia: “Disciplina a tu hijo mientras haya esperanza, no desees su muerte”. No espere a que sea demasiado tarde y su hijo o hija sea mayor cuando la vara ya no vale de nada y lo que queda es la reja de una fría prisión.
Si no disciplina a sus hijos, de cierta manera, desea su muerte (Pr 19.18). ¿Por qué? Porque cuando los niños son abandonados a sus propios deseos, cualquier cosa puede pasar. El hijo podría crecer hasta convertirse en un drogadicto y morir de sobredosis. La hija podría crecer hasta convertirse en una alcohólica, tener un accidente de automovil o suicidarse.
Sin disciplina existe la posibilidad de convertirse en un criminal en potencia y terminar en la cárcel. Discipline a sus hijos mientras haya esperanza. La alternativa a no hacerlo es la muerte.
Proverbios 23: 13-14: “No desistas de disciplinar al niño, aunque lo golpees con la vara, él no morirá. Lo golpearás con la vara y rescatarás su alma del Seol”. Usar la vara para disciplinar a los hijos hace más simplemente corregirlos.
Proverbios 29:17 dice: “Corrige a tu hijo, y él te dará consuelo, él también deleitará tu alma”. Si disciplina a sus hijos y los conduce a vivir vidas obedientes, al pasar los años, ellos deleitarán su alma.
¿Qué puede hacer el padre y la madre?
Establezcer modelos y estándares, para luego vivir conforme a ellos. Exija que sus hijos vivan de acuerdo con las normas que ven en usted, y cuando llegue a la vejez sus hijos les amarán, apoyarán y bendecirán. Las normas de vida aparecen en la Biblia. (Lea la Biblia y si no la entiende, comuníquese conmigo, mi equipo y este servidor le ayudaremos.)
Efesios 6:4 dice a los padres: “No provoquen a ira a sus hijos, sino criadlos en disciplina e instrucción del Señor”.
Usted podría pensar que era más fácil criar a hijos en la época de Pablo porque la vida no era tan compleja como ahora.
No es tan así. Cuando un niño nacía en la sociedad romana, era colocado antes de los pies de su padre. Si el padre se agachaba para levantar al niño, significaba que estaba reconociendo al niño como suyo. Si se daba vuelta y lo abandonaba, el niño era expulsado. Los niños no deseados paraban al basurero o eran recogidos por personas que los criaban para ser esclavos y prostitutas.
Coincido con usted que tales abusos son inaceptables, pero también creo que uno de los mayores abusos es el de privar a un niño de la guía de sus padres y que no pueda desarrollarse física, espiritual, social y mentalmente como Dios desea. ¿Conoce usted a padres o madres que no son diferentes del romano que abandonó a su hijo no deseado? ¿Conoce padres o madres que no pasan tiempo con sus hijos ni los crían con disciplina e instrucción del Señor?
Efesios 6:4, dice a los padres: “No provoquen a ira a sus hijos”.
Luego dice “amonéstenlos en la disciplina y la instrucción del Señor”. Disciplina implica entrenamiento, reglas y límites impuestos con recompensas y castigos. Dios establece el estándar, los padres lo siguen y luego enseñan a sus hijos a ser responsables de lo que le han enseñado. Si obedecen usted los recompensa. Si desobedecen usted los castiga. Es una forma simple de ayudarlos a ver las consecuencias de sus propias acciones.
¿Cómo los padres provocan a ira a sus hijos? Algunas de las formas son:
1. Sobreprotección. Si quiere frustrar a sus hijos, no confíe en ellos, ni les de suficientes oportunidades para desarrollar independencia. Cuando los padres evitamos que los hijos corran riesgos creamos en ellos animosidad, además del sentimiento de incapacidad, especialmente cuando miren que sus amigos lo pueden hacer. No olvide que sus hijos son personas que necesitan aprender a enfrentar la vida por sí mismos. Sea flexible y aprenderán de la mejor manera en que todos nosotros de niños aprendimos también: golpeándonos de vez en cuando. Pero sepa que si los sobreprotege los harás enojarse contra usted.
2. Favoritismo. No compare a sus hijos entre sí. Cada uno de ellos es único. Cada uno es un regalo de Dios para usted. Cuando se comparan los niños, el niño con menos talento quedará devastado. Va a crecer con tendencia a desanimarse, resentirse, apartarse y amargarse.
3. Exagerar el logro. Si los presionamos continuamente para que sobresalgan entonces los niños no tendrán la sensación de haber logrado nada. Nada parece lo suficientemente bueno: si sacan C, usted pide B. Si obtienen B, usted pide A.
¡Y cuando obtienen A, todavía no estamos satisfechos! Estos padres siempre encuentran algo de qué quejarse.
4. Exceso de tolerancia. Darles todo lo que quieran. Pero en el momento en que que usted no se lo de, a su hijo le dará un ataque de cólera. Esta actitud continuará hasta la edad adulta. ¿Qué pasará cuando no obtenga la promoción o el beneficio que cree merecer?
5. Desalentarlos. Decirles todo el tiempo que nunca llegarán a ser nada, o decirles que son inútiles, o nunca darles recompensas, aprobación ni honor público. Si como padre hacemos esto, al final, terminaremos destruyendo la iniciativa de ellos o impulsándolos a buscar aprobación en otro lugar u otros brazos.
6. Cargarlos con responsabilidades no propias de su edad. Esto pasa cuando los padres los dejan solos todo el tiempo y hacen que se valgan por sí mismos, que se arreglen sus propias comidas, compren sus víveres y ropa propia, se las arreglen para conseguir su propio medio de transporte. Es cuando los padres no los llevan a ciertos lugares para que no les molesten. Al hacer así, los estamos convirtiendo en esclavos de la casa con la responsabilidad de hacer el trabajo que nos corresponde a nosotros como padres o madres. Cuando los padres no hacen sacrificios por ellos, los hijos se resentirán.
7. Intolerancia de permitir accidentes infantiles. ¿Has estado en una mesa donde un niño derramó un poco de leche y parecía que los padres acababan de presenciar el holocausto nazi? ¿O el niño dice una exageración y el padre le dice que es estúpida? Deje que sus hijos compartan algunas de sus ideas ridículas sin criticarlos. No espere perfección, más bien espere progreso.
8. Descuido. El amigo dijo: “Me tengo que ir ahora porque voy al parque con mi papá”. El otro niño respondió: “Mi papá no tiene tiempo para ir al parque conmigo, está demasiado ocupado con los niños de otras personas de la iglesia”. El comentario hizo añicos el corazón del pastor, pero desde ese día cambió para bien. No descuide a sus hijos, esté pendiente de ellos.
9. Abuso físico y verbal. El abuso verbal puede que no sea un problema obvio como el abuso físico, pero tenga en cuenta que su lengua es mucho más aguda que la de un niño. Con su autoridad y sus palabras usted es capaz de poner en ridículo y usar el sarcasmo para destruir la identidad del niño, al igual que puede golpearlo con una fuerza superior y hacerle daño. Cualquiera de los dos abusos es inaceptable, punitivo y tendrá el mismo resultado: provocará a ira a su hijo y sembrará resentimiento en su corazón contra usted.
Nuestra iglesia Templo Nueva Vida mantiene pólizas de protección a menores y continua enseñanza a padres e hijos.
Puede ver un resumen de las pólizas aquí.
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