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Creemos en un sin número de cosas que no vemos.
Creemos en el amor, la paciencia, la belleza, la gentileza que tienen tanta influencia como la fuerza invisible de la gravedad. Las ondas de radio electromagnética miden de medio metro hasta varios kilómetros de largo y las usamos para transmitir datos, para satélites, redes de computadoras y teléfonos. No vemos ni la gravedad ni las ondas de radio pero todos creemos en ellas.
Hemos explorado una pequeña fracción de nuestro mundo visible y solo el 5% del universo es materia observable (el resto es materia oscura y energía oscura.
¿Por qué insistir en ver para creer?
Porque hemos sido enseñados a considerar como verdadero aquello que vemos y comprobamos, a pesar de que como bien dice el principito “lo esencial es invisible para los ojos”. Les propongo un balance donde no andemos ni por los extremos del materialismo craso ni por las calles de la superstición.
La verdad científica es resultado de la comprobación de los hechos, principalmente en las ciencias exactas. Nos ayuda a anticipar resultados, prever las posibles consecuencias y organizar mejor nuestro mundo.
¿Qué problema hay aquí?
El problema es que nunca una verdad científica llega a ser una verdad esencial.
La verdad científica de cientos de tesis doctorales comprobando la incidencia de cáncer de pulmón causado por nicotina no es el cáncer de verdad sino una disertación científica sobre un tipo de cáncer de pulmón.
Las mejores poesías acerca del amor romántico jamás podrán sustituir la experiencia de estar enamorado.
El diseño de una casa de ladrillos pueden definir y describir cada aspecto de la casa pero el ladrillo sigue siendo ladrillo y las ideas plasmadas en el diseño siguen siendo ideas.
Cuando el psicólogo discute la ansiedad con su paciente hablan de cosas diferentes. La interpretación del psicólogo no es la energía ansiosa del paciente. La interpretación está en la cabeza del psicólogo pero la ansiedad está en la emoción del paciente. Hablan de cosas diferentes.
Cuando acaloradamente intentamos explicar a alguien lo que nos ha pasado podemos terminar frustrados porque la otra persona no entiende y al final reconocemos que para comprender bien tienen que ponerse nuestros zapatos.
Pues, cuando Cristo afirmó ser el camino, la verdad y la vida, lo que hizo fue identificarse con la esencia de la verdad.
Cristo no dijo que poseía la verdad académica, ni que él era un compendio de conocimientos verdaderos sino que él mismo era el camino para alcanzar la verdad esencial de la vida. Con razón algunos han dicho que Cristo o estaba loco o hablaba la verdad.
Y es que al decir esto se colocó más allá de los límites del ser humano. Su discurso fue impresionante.
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Jn 14.6
Cuando los judíos trajeron a Cristo ante Pilato, Cristo le dijo que había nacido para ser rey (Jn 18.37) e inmediatamente le dice que vino para dar testimonio de la verdad. El gobernador de Judea primero escucha que este hombre es un rey y luego que es testigo de la verdad.
A este punto, ya Pilato está sin habla y confundido.
Cristo entonces le dice con seguridad: “Todo aquel que es de la verdad me oye” (Juan 18.37).
Al escuchar esto, el gobernador solo logró preguntar: ¿Qué es la verdad?, pero no pudo esperarse a la respuesta de Cristo y salió perturbado a ver al Sanedrín buscando una manera de soltarlo.
La pregunta de Pilato era producto de su ansiedad. Jesús estaba libre; Pilato estaba controlado por la ansiedad.
Ser humilde no significa ser pobre financieramente, ni inculto intelectualmente, sino enseñable. Los académicos y los ricos pueden ser sencillos de corazón. Los que no tienen escuela y los pobres pueden ser arrogantes y tercos autosuficientes.
Estemos atentos a nuestra actitud ante la vida. Quien es incapaz de cuestionar sus propias verdades, no tiene más nada que aprender.
“¡Bienaventurados los que creen sin haber visto!” Jn 20.29
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