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Madre, ¿qué decir de una madre?
¡Qué huyen las tempestades de la mente cuando sus dedos acarician nuestras sienes dolientes!
Madre, cuando niño huía el temor allegándome a tus brazos, cambiabas mi llanto a suaves sollozos y mi sollozo a risa. Cuando con mis tareas yo ya no podía, tú madre con tus manos trabajadas tomabas el lápiz y así me ayudabas – en realidad tú las hacías y mis tareas terminabas.
Ahora ya un adulto, es tu sabiduría la que tomo, y mis quejas y problemas que a veces pesan como plomo … tú las llevas aun con tus mansas manos de oro.
Cuando mi corazón siente que se abate y ya no puede, viene tu corazón al rescate y tus palabras resplandecen – consejos que brillan como luz en mi camino, y vienes a darme con tu vida vida a la mía y a regar con tu amor el jardín marchito de mis esperanzas.
Cuando hay alegrías, compartes mis alegrías, y tu sonrisa es una fiesta, y tus palabras algarabías; sí, cuando el gozo abunda te gozas conmigo y rebosan las miradas de tu rostro de flores, y tu aliento de murmullos acogedores llenan como miel los cántaros que endulzan mi vida y mis grandes esperanzas y mis más tiernas pasiones. Sí madre, cuando abunda el amor es porque Dios te ha puesto cabal en medio.
Este día es para todas las madres: para las que sacrificaban hasta dar su vida. Para madres que cuando no había, vendían sus ropas a gente ajena y así con ese amor tenían para servir la cena; para esas madres que a pesar del abuso de una mano injusta, se quedan para ver las sonrisas de sus hijos y oír sus querellas y deciden que el deseo sus niños de tenerlas a ellas sería su ungüento para esos momentos en que nadie por ellas sino solo Dios con ellas.
Este día es también para esas madres que fueron madres solamente por minutos, aquellas que dieron sus vidas cuando traían una vida este mundo, para aquellas que solo oyeron o quizás ni oyeron el grito de vida que apenas salía de la cuna de su vientre. Para esas madres que dieron sus vidas es también este día.
También es este día para aquellas que fueron solo madres por unos pocos días, que criaron con amor al amor de sus vidas – que les dieron sus caricias, sus anhelos, su aliento y sus sonrisas – pero que Dios en su perfecta sabiduría las llamo a Su presencia y dejaron con dolor a las joyas más preciadas de sus vidas. Para esas madres también es este día, para las que vivieron con la esperanza de vernos crecer un día, pero cerraron sus ojos antes de ver con frutos el pequeño árbol que aún crecía. Para esas madres también es este día.
Para aquellas madres también es este día las cuales con esfuerzo, amor puro y verdadero nos criaron a pesar que en nuestras venas su sangre no corría; sí – para esas madres que nos criaron desde niños y continuaron la tarea que otra madre no podía. Para esas madres que heredaron otra pequeña sonrisa, otra chiquita mirada, otro vestidito sucio, otro pantaloncito roto o medio remendado, para esas madres que nos acogieron y nos hicieron hijos legítimamente sellados no por sangre sino por amor de un corazón entregado… Para esas madres también es este día.
También es este día para aquellas que batallan solas, quienes halan el arado con doble esfuerzo y que en sus hombros llevan la porción de dos. Para aquellas que aman a sus hijos, pero cuando el esfuerzo doblega sus espaldas añoran otro amor para compartir la carga. Para aquellas que son capitán y marinero, para las que quieren ser estimadas y acogidas, para estas también es este día.
De igual manera este día es para las madres que añoran vernos día a día y estar dulcemente a nuestro lado, pero la cruel distancia se interpone de manera abismal. Para aquellas madres que suspiran cada día por tocarnos con sus manos de dulzura y acariciar con tal ternura nuestro frágil corazón. Para esas madres que desean más que nada que no hubiese tal distancia que separa con dolor. Para ellas también es este día.
Y para aquellas madres que el tiempo paso por ellas, por las cuales en un pasado talvez distante la muerte indiscriminante pisó el huerto de ellas. Para la madre ausente, para la cual cuya memoria vive tiernamente en nuestro pensar, y su recuerdo dulce nos visita y nos hace llorar. Por la madre que aunque ya no esté con nosotros la vivimos diariamente, y nos habla con la voz tenue que resuena en nuestras mentes, y que nos hace ver su mirada amorosa y contemplar su sonrisa resplandeciente a través del cristal de los recuerdos, y con tal claridad que decimos sutilmente “madrecita, como quiera tenerte”.
Para esas madres mis hermanos es este día, para todas ellas; para conmemorar su memoria si están ausentes, y para celebrar sus vidas si están presentes, para rogarle a Dios por ellas, y pedirle que nos bendiga aún más por medio de ellas. Para amarlas, para quererlas, para sonreír con sus recuerdos y hacer una realidad de todos sus sueños, para traer felicidad a sus vidas y brindarles el honor que como madres Dios les estima (se merecen). Para admirarlas y ayudarlas, para apoyarlas y sustentarlas, para decirles que les amamos y que son benditas y que viven en nuestros corazones eternamente.
Dios les bendiga.
Autor: Jaime Robles.
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