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El egocentrismo está presente en cada pecado, pero no siempre es la actitud de “yo primero”.
El egocentrismo en su forma simple, hace del yo el centro de la vida, e interpreta la vida y las cosas que pasan a partir del yo y no de Dios ni de la realidad.
Al egocéntrico por momentos se le olvida Dios, le parece que sólo existe él y que el mundo gira a su alrededor. Es una locura, nos creemos que somos el sol y la gente los planetas que giran alrededor de uno para nuestra satisfacción.
Una persona egocéntrica, por ejemplo, puede ser un abusador que se aprobecha de los demás y nunca considera el dolor que ocasiona. Pero al otro extremo está la persona haciendo papel de víctima con una percepción negativa de sí misma, que interpreta todo de acuerdo a cómo se siente. Igual, esta persona se ve a sí misma como el centro del universo y la gente vive para ella.
El abusador parece arrogante, y la víctima parece humilde, pero ambos están llenos de sí mismos y no de Dios.
¿Por qué andamos en estos extremos perdiendo la vida?
Los estudios muestran que las opiniones arraigadas provocan alta actividad en el sistema de activación reticular del cerebro (en la base del cráneo), lo cual produce un estado mental en el que sólo se puede ver lo que ya uno ha determinado ver, sentir, creer.
Ya no lo ves como es, sino que tu mente selecciona la información que le conviene, la que confirma tu manera de ver o entender mientras ignora los datos que son contrarios a tu punto de vista.
Todos lo hemos hecho. La mente busca el equilibrio. Busca validar sus propias opiniones.
Por ejemplo, una vez que haces un juicio sobre una persona, ya sea bueno o malo, vas a notar solo aquellas cosas de la persona que validan tu juicio. Va a interpretar todas las acciones de esa persona en base a ese juicio.
Mt 16.24,25
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
La negación de uno mismo es la puerta a la posibilidad del cambio, o dicho en términos bíblicos, del arrepentimiento.
El arrepentimiento es el camino que ofrece Cristo para entrar a la vida abundante.
Todo lo que se necesita para cambiar su punto de vista, cómo se siente en determinada situación es mirarlo desde una posición diferente.
Cuando sentimos miedo, enojo, celos, etc., nuestra experiencia es real; pero solo es la manera en la que vemos o interpretamos algo. Sólo se basa en información limitada o distorsionada ya por nosotros mismos.
Debemos estar dispuestos a rendir nuestra opinión antes de que podamos ver las cosas de otra manera.
Esto es lo que la Biblia llama arrepentimiento.
Cuando estamos dispuestos a soltar la manera en que entendemos o percibimos algo es cuando seremos libres para mirarlo desde otra perspectiva.
La mayor parte del tiempo tendemos a aferrarnos a nuestro punto de vista porque la mente busca el balance, los patrones estables.
Arrepentirse puede que le lleve a admitir que está equivocado. La mente preferiría conservar su opinión y el ego quiere tener siempre la razón. Pero el corazón, el corazón más que nada quiere la vida.
Decimos que queremos vivir, que queremos conocer la verdad, pero no estamos dispuestos a sufrir la posibilidad de estar equivocados.
Es mejor estar en paz que tener la razón, es mejor vivir que morir encerrado en la cárcel de sus propios preceptos.
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