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Cuando recibimos a Cristo, fuimos liberados de la esclavitud del pecado y de nuestra antigua naturaleza pecaminosa: somos nueva criatura con nueva naturaleza.
Pero, como los hijos de Israel, muchos de nosotros nos sentimos incapaces de vivir la vida abundante que nuestro Señor prometió. Aunque la mayoría de los cristianos de hoy probablemente no pasarán por un desierto literal, muchos de hemos luchado con enfermedades, problemas financieros, problemas interpersonales o esclavitud a algún mal hábito que nos acosa.
Como los hijos de Israel, al no creerle a Dios y limitamos al Santo de Israel.
Heb 4.2 ” la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.” Como los israelitas, miramos el tamaño del enemigo que ocupa nuestra herencia y nos sentimos inadecuados a nuestros propios ojos (Nm 13:33). Limitamos a Dios de la misma manera que hicieron los hijos de Israel y decimos: “sé que Dios puede hacer cualquier cosa” pero no sé si lo hará en nuestras vidas y en estas circunstancias.
Es posible ser cristiano, salvo, llamado y elegido de Dios, y como los hijos de Israel, para vivir y morir sin disfrutar la herencia prometida: la vida abundante.
Es posible que su andar cristiano sea una de altas y bajas, de pruebas y tentaciones, sin saber exactamente dónde está ni a dónde va. Esto no es la voluntad de Dios.
Le invitamos a escuchar este mensaje.
¡Sane su corazón y sanará su vida!
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