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“Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este incrédulo; ayuno dos veces a la semana, y doy diezmos de todo lo que gano.” Lc 18.11,12.
Una persona que vive en obediencia a la palabra de Dios y que en su condición humana se esfuerza en agradarle y servirle, una persona madura en la fe, admirada, que supera nuestras virtudes cristianas y que vive en santidad, según nuestros ojos ¿necesita salvación?
Aquel hombre mencionado en la biblia dando gracias a Dios por no verse como los otros hombres, por hacer lo bueno, dando limosna a los pobres y acudiendo a la iglesia ¿Necesitaba salvación? Pensemos en Abraham, el padre de la fe, o en Moisés, el modelo de humildad y obediencia, ¿necesitaron ser salvos? Muchos personajes de la biblia vivieron en obediencia pero sus vidas no lograron borrar sus pecados ni sus buenas obras justificarlos por sus maldades. Hasta el último día de su vida en esta tierra necesitaron ser salvos.
La salvación no se gana, solo se recibe. ¿Y por qué no se gana?, ¿acaso puede un asesino pagar en dinero la muerte de su victima y compensar el daño causado? Entre más alta sea la suma ofrecida más grande es la ofensa que causa. El daño está hecho y es irreparable. Así mismo, es un insulto a Dios tratar de justificar o limpiar el pecado haciendo obras buenas.
El hombre tiene libre albedrío pero, debido a su naturaleza caída, no puede generar el amor de Dios en su corazón. Tampoco puede percibir lo más grande que Dios ofrece: la salvación. El amor de Dios es fruto del Espíritu Santo. Y es necesario nacer de nuevo y es el Espiritu de Dios quien hace nacer hijos. Dios hace nacer hombres de nuevo. Jn 1.13; 3.3.
La justicia de Dios
Jesús dijo a sus discípulos, “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Mt 5.20. Si los escribas y fariseos, personas que eran arraigadas a las Escrituras, llevando una conducta externa impecable, no podían entrar ¿cómo piensa usted entrar al cielo?
Nuestro progreso espiritual no nos hace más aptos para acercarnos a Dios, ni nuestra maldad nos hace menos aptos para presentarnos a Él. Heb 4.16. Precisamente cuando más mal nos encontramos es cuando más realmente lo necesitamos. Nuestra conducta puede mejorar, podemos crecer en santidad pero no en justicia. Abraham fue justificado por su fe, no por su obediencia, de igual manera, nosotros somos justificados por la fe en nuestro Señor Jesucristo, nuestra justicia no depende de nuestra conducta sino de Cristo Jesús.
Dios imputa nuestros pecados a Cristo, que no conoció pecado, e imputa la justicia de Cristo a nosotros, que no teníamos ninguna justicia ante Dios, 2 Co 5.21. Y esto no tiene que ver nada con mi amor por Él sino con Su amor por mí. Yo no me protejo a mí mismo, Él me protege, yo no me salvo, Cristo me salva, no son mis manos las que lo sostienen a Él sino Sus manos las que me sostienen a mí.
La autenticidad de la fe de Abraham debía ser demostrada por actos de obediencia como el que está en Génesis 22, para que fuera manifiesto que su fe era real y no una fe muerta (Stgo 2:17,26) o la fe de los demonios (Stgo 2:19) o una fe estéril (Stgo 2:20).
Entendiendo que es el árbol el que hace que el fruto sea bueno, (y no que el fruto hace bueno al árbol), nosotros insertados en la Vid verdadera manifestamos la fe viva de creer en nuestro Salvador a través de nuestras vidas, en carácter y conductas santas pero siempre debemos recordar que es Cristo Jesús la única base de justicia que necesitamos delante de Dios, y la única que Dios acepta.
Solo Cristo salva y Él es suficiente salvador.
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