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Esta mañana un amigo cercano me preguntó: ¿podemos cambiar las circunstancias a través de la oración?
De cierto te digo que sí podemos – le dije. Si tienes la paciencia de que primero te cambie a ti porque para que las tinieblas huyan es necesario brillar.
Las circunstancias son un lenguaje que se aprende a leer. Toma mucho tiempo de observación y práctica.
Cuando Jesús se acercó al cuerpecito yerto de la hija de Jairo, mientras todos la lloraban y se lamentaban; El dijo: No lloréis, porque no ha muerto, sino que duerme. (Lc 8.52)
Jesús no oró por ella sino que tomándola de la mano, clamó, diciendo: ¡Niña, levántate!
Entonces le volvió su espíritu, y se levantó al instante, y El mandó que le dieran de comer.
(Lc 8.54,55)
Cuando uno vive en oración cualquier circunstancia es una oportunidad divina.
Mientras más conciencia de Dios haya menos pánico ante la adversidad habrá.
En una ocasión los hijos de Dios estaban amenazados frente a lo que parecía una muerte inminente a manos del ejército de Faraón y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes y ved la salvación que el Señor hará hoy por vosotros; porque los egipcios a quienes habéis visto hoy, no los volveréis a ver jamás. (Ex 14.13).
Este tipo de actitud es propio de una vida en comunión. Tú también puedes manifiestar esta clase de confianza si comienzas a creerle a Dios a través de la oración.
Todas las pruebas en la vida se pueden resolver a través de la oración y el apoyo de los demás. Estas experiencias ayudan a aumentar la confianza. Habrá momentos en los que se sentirás completamente solo. Lo sabrás porque todo parecerá inútil. Es para esos momentos que necesitamos haber cultivado una relación estrecha y fuerte con el Invisible y podrás escucharte decir las palabras de tu Maestro: “Me dejarán solo; sin embargo no estoy solo, porque el Padre está conmigo.” (Jn 16.32)
El Padre está conmigo…
La oración es un estado del ser interior que en sus primeros estadíos se manifiesta a través del diálogo con Dios.
Uno habla y luego escucha (vela) o uno escucha (la Palabra de Dios) y luego habla. Esta es la fase inicial.
Si repites en voz alta las Escrituras y meditas en ellas, es esencial que se involucre completamente hasta experimentar emociones. Trata de imaginar hasta experimentar lo que estás orando . Al hacer esto, no estamos controlando la realidad, sino persuadiendo el corazón a creer por todos los medios que tenemos disponibles la Palabra y las promesas de Dios.
Al orar y meditar, estate atento a ideas creativas. Notarás que surge mucha sabiduría y revelación al meditar verdades.
Decir, pensar, leer, meditar en la verdad persuade el corazón a creer en la realidad de la verdad. Tú no está haciendo estas cosas para conseguir que Dios haga nada. Tú estás confesando, estudiando o meditando porque ya todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad te han sido dadas a través del Señor Jesús, y lo que está tratando de hacer es convencer a su propio corazón de que esto es verdad. Dios ya ha hecho todo lo que tenía que hacer.
En la segunda etapa, comienza la comunión. Es importante reconocer que la oración es algo del hombre.
Orar es reconciliar. La oración es una reconciliación después de una fractura inmensa. Imagínese una pareja que por alguna razón se divorcia y uno de los dos quiere reconstruir su matrimonio roto. Estamos ante un esfuerzo de reconciliación de algo roto. No es igual un primer amor que un amor roto y una reconciliación. El esfuerzo es mucho mayor en la reconciliación posterior. Así es la oración.
En la segunda etapa uno puede entender que orar no es pedir porque en la petición nunca hay una conexión. En la petición decimos “dame, dame” y nunca una reconciliación se hace diciendo “dame”.
Para reconciliar debe haber un tipo de emoción que conmueva el mundo espiritual, para que al orar se cree la necesidad de atender esa reconciliación.
¿podemos cambiar las circunstancias a través de la oración?
Sí podemos.
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